El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

sábado, 28 de mayo de 2016

Alguna vez


Alguna vez fuisteis justos. Alguna vez creísteis que valía más el que más quería valer. Alguna vez pensasteis que quizás fuera bueno darle una Eva al Adán que la merecía.
Sin embargo, a lo tonto, ¿sabéis qué? Que no hay nada. No hay Eva ni Adán. Y da igual quién lo haya estado buscando o creyendo. Al final, no hay nada. En ese cruce de caminos en que el proverbial tristón vendiera su alma al diablo, no hay tal ni cual. No hay Belcebú al que ofrecer nuestros últimos suspiros, no hay Satanás al que rogar de rodillas.

Lo que hay, y os lo diré sin titubear, es mentira. Es mentira pura y absoluta. Puta y disoluta. Eso es todo lo que nos queda por creer. En la ligereza, en la falsedad y en la más sencilla y verdadera mentira. Porque no queramos creer en la felicidad, en el amor o en los sentimientos. Creed en la certeza de la sangre bajo vuestras uñas. Creed en esas fantasías que llenan vuestra cabeza con deseos de torturar al prójimo, destruir su vida y hundir su moral. 
Creed, creed y matad. No hay nada más.

lunes, 23 de mayo de 2016

Mapa sensorial de la hermosura

Eres jazz. Eres el alegre jugueteo de los acordes de una guitarra. Los profundos golpes en el corazón de las cuerdas del contrabajo. Eres la montaña rusa de notas de piano y los irreverentes exabruptos de un saxofón.
Eres el humo que escapa vago de unos labios suaves, húmedos, carnosos. La melancolía de una gota que resbala en el exterior de un vaso de whisky, la escala de grises de una elegante calle europea, bulliciosa y solitaria al mismo instante.
Eres el olor dulzón de un cálido cabaret. El tabaco, el alcohol, el sudor de una noche de desenfreno. La feromona que se desliza a mi cerebro y lo confunde, y el perfume de una femme fatale que susurra ante el micrófono.
Eres el tacto de una hierba suave y bien cuidada. El terciopelo bajo los dedos de los pétalos de una flor y el rozar a cuerpo desnudo de unas sábanas recién cambiadas. Eres encaje, lencería fina bajo las yemas.
Eres un pastel de chocolate sin fin, unas fresas con nata y la hora de la merienda ad infinitum. El jugueteo en el paladar entre el azúcar y la pimienta. El calor de las especias y la frescura de un helado frente al mar (dos, mejor: yo invito).
Eres la sinestesia del olvido y la bendición. Cinco sentidos que poco son para admirarte.

domingo, 22 de mayo de 2016

Esquema de la atracción irremisible

Ha dejado de llover. Y pienso en esos ojos que derriten la piedra. Esa mirada intensa pero limpia, y esa sonrisa. Esa sonrisa que luego descubro que oculta una tempestad de lágrimas en ristre, dispuestas a lanzar una ofensiva a tus pupilas, a llover desde lo brillante de tus ojos, a deslizarse por las suaves colinas de tus pómulos y crear ríos más allá del acantilado de tu barbilla.
Y siguiendo su trazo, me detengo en tu cuello... frágil, suave, tentador e inocente. Que sigue ahí a pesar de todo, soportando una de las cabezas más maravillosas de la creación. La separación perfecta entre tu pelo y tus hombros, rectos, cubiertos por el suave suspiro de aquella blusa que hacía que mi mente imaginara una y otra vez tus dedos apartándola de tu piel, desnudando la blancura prístina y suave de tus curvas.
Esas curvas que caen y fluyen de tu cabeza a tus pies, resaltando pecho, apretando cintura, revelando piernas de las que uno no olvida ni a base de whisky on the rocks. Piernas que dirías que son infinitas... hasta que encuentras unos pies que caminan seguros, que se mueven con la sabiduría que da el ser el broche final de un ser perfecto. Su unión a la tierra y sus cimientos. 
Las raíces de alguien a quien la palabra Diosa se le queda pequeña.

sábado, 21 de mayo de 2016

De paso

De paso puente abajo hacia una zambullida fría y oscura. De paso más allá del límite a dejarse empujar a otro mundo. Dejarse llevar por las náyades, que lo arrastren a uno a su lecho más allá de las profundidades. "No respires", dicen. "No te esfuerces. Déjate llevar". Y obedeces, porque eres débil. Porque no has sabido resistirte al impulso más bajo de la decadente humanidad que te habita y de la que has nacido.
Así que déjate caer, húndete. No respires. Ningún esfuerzo merece ni merecerá nunca la pena: nada es verdad.

domingo, 8 de mayo de 2016

Melancolía decadente

La imagen de la melancolía decadente es, si bien manida, en cierto modo catártica e incluso divertida. No por ello deja de ser útil. Cuando nos golpea el mundo, cuando dolemos y lloramos, esa imagen de hombre abatido frente al televisor, agotado de la vida y en trance de dejarse morir puede dejar de ser algo de lo que huir y quizá un empuje a revolcarnos en el dolor. Per aspera ad astra, nos removemos entre el barro como cerdos.
Cuando nos vemos arrastrados a la inactividad completa, a la falta de deseo de mover cada músculo de nuestro cuerpo, es esa carencia total de motivación la que nos ata a la nada. A dejarse llevar por placeres nimios y banales, propios de una vida intelectualmente inferior a nuestra media. Es el alcohol, el tabaco, la mala televisión, la comodidad del sofá, lo fácil de no intentar nada y el miedo a que cualquier intento de existir en este mundo sea doloroso lo que nos deja desorientados y perdidos en un mar de lágrimas que quizá nunca llegarán a ser. Al fin y al cabo, un hombre no llora.
Aún así, esa imagen no es ni debe ser íntima. Hemos crecido ocultando lo que sentimos, ocultando el dolor. No es, sin embargo, inútil dejarse convertir en el faro oscuro que roba a cuanto le rodea de luz y alegría. Admitir que somos la tristeza, vivir con ello y quizás algún día dejar que una cuerda demasiado corta grite por nosotros lo que no atrevimos a gritar: que necesitamos ayuda.

sábado, 7 de mayo de 2016

No queda nada

Agacha la cabeza, húndela en la almohada que anoche empapaste de tus lágrimas. No hay nada que ver fuera de tu cama, más allá de tus párpados. No merece la pena levantarse ni moverse, no merece la pena vivir. Ni respirar. Solo estás aquí para dejarte languidecer, para caer en el olvido de una vida efímera, superflua.
Recuerda uno a uno los errores que has cometido y piensa si merece la pena intentar remendarlos. Piensa en qué has perdido, qué has llorado y qué creías tener. Y recuerda que cada vez que levantes la cabeza, vendrá el mundo a pisarla para meterla de nuevo en su agujero. Así es todo, no queda otra que ser complaciente y olvidar que alguna vez tuviste corazón. Pide disculpas y grita de rabia, olvida el orgullo y el amor: no queda nada.
No queda nada.