El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

martes, 31 de marzo de 2009

Siempre estabas ahí

Llegó el final, cesó el clamor y la magia se desvaneció; pero allí no había ningún barón, y mucho menos uno rojo.
Fue curioso ver cómo tres años de amistad, de levantarnos el ánimo el uno a la otra, se fueron por la borda en una discusión de apenas unos minutos. Pudo ser mi ciego orgullo, incapaz de discernir más que entre mi opinión y la del mundo entero; o pudo ser que ella no había comido y claro, con el hambre, uno está irascible siempre.
No sé qué dije, ni qué dijo ella. A día de hoy, todo lo que quedará de aquella conversación serán difuminados y distorsionados recuerdos que me harían ver un error que nunca fue, o que siempre fue y no quiero ver.
A día de hoy, y sin temor a equivocarme, puedo decir que nadie sabrá jamás a ciencia cierta de quién fue el gran paso en falso. Yo siempre diré que fui yo... quizás por el atractivo que tiene llevar la contraria, o quizás por lo que me gusta tener razón.
A día de hoy pueden ser millones de cosas, todas aquellas que me torturaron en el pasado, y especialmente el haberla perdido.
A día de hoy, sólo sé que siempre estaba allí.

jueves, 26 de marzo de 2009

Out of Control

Mientras ellos hablaban, yo seguía tumbado sobre la mesa. No tenía alternativa, pues estaba totalmente atado a ella. Inútilmente, intenté librarme de mi prisión, a lo que siguió un determinado tono de alarma en sus voces.
Intenté también abrir los ojos, pero mi dolor fue enorme, pues mis párpados se hallaban cosidos, incapaces de separarse. Lo mismo pasaba con mis labios, que fui incapaz de despegar.
Hallándome incapacitado totalmente, decidí escuchar, pues quizá pudiese sacar algo en claro de la conversación de quienes quiera que se hallaran en la habitación.
-Se nos ha ido de las manos completamente-decía la voz aterrada y horrorizada de un muchacho. De su manera de hablar deducí que era inglés, pues su acento era excesivamente característico, además de sus modales.
-No ha sido culpa de nuestra nación, eso seguro-contestó otro, algo mayor. Su acento parecía ruso, o al menos de Europa del Este.
-Tranquilos, caballeros-intervino un tercero-inútil es ahora saber qué país empezó todo ésto.
Éste tercero, cosa que me sorprendió, parecía oriental. No sabría decir si chino o japonés, pero estaba seguro de que pertenecía al extremo oriente.
Un circo de voces siguió a aquéllo. Pude distinguir españoles, italianos, griegos, africanos, americanos... todo se volvió confuso, hasta que una voz potente se elevó sobre las otras. Sibilina y terrible, como un presagio de muerte, e incluso sin ningún tipo de acento. En todo momento parecía tener el mismo tono, sin alterarse por nada, cuando dijo:
-La solución está clara: sacrifiquémoslo.
Me revolví como pude, pues sabía que se referían a mí, pero todo fue inútil. Pronto pude sentir el acero frío que, paradójicamente, quemaba mis entrañas, y creaba una llama de dolor en mi pecho. Supe que aquél era el fin y, con un intento de sonrisa, me di cuenta de algo.
Todas las naciones se habían puesto de acuerdo para crear un monstruo, y para destruirlo; pero jamás lo harían para crear algo bueno y armonioso.

miércoles, 25 de marzo de 2009

The End

Y el fin llegó. No sólo como un hecho, sino como una circunstancia. Dejé de sobresalir, me volví mediocre y me mezclé entre lo que yo había mirado con superioridad. Perdí mi personalidad y me volví uno más, incapaz de nada fuera de la media.
Lo pude soportar. Aquello que se me había antojado como el fin se volvió llevadero gracias a ti, hasta que me dijiste que amabas a otro hombre. Supe que aún me querías, lo vi en tus ojos y en tu gesto torcido, pero ya nada era lo mismo. Sin haber cambiado, todo era otra cosa. Fue entonces cuando se derrumbó la última de las maldades de la caja de Pandora. Desapareció al fin la esperanza.
Pasó el tiempo y busqué un nuevo sentido a mi existencia, mas todos mis intentos fueron vanos. Me debilité y volví a mi cueva, abatido, donde , al fin, el sonido de un disparo confirmó lo que yo ya sabía.
El fin había llegado.

domingo, 22 de marzo de 2009

¡Cuán adulto es un adulto!

Dieciséis años. Domingo. Dos y media de la madrugada. Apenas veo las teclas que pulso. Acabo de ver un monólogo de Pepe Rubianes/Paco Rubiales (anticuado, por supuesto), y un trozo de película sobre la matanza de Columbine.
He visto cómo los críticos adultos culpan a todo el que encuentran de la violencia de los jóvenes, y me ha asaltado una duda.
Soy un estudiante de poca edad y poca estatura (cómo no). Como tal, soy joven, y, lingüísticamente, el ser joven se asocia a ser inmaduro e inexperto. Veamos:
Los jóvenes, cuando tenemos problemas, echamos la culpa al exterior: se meten conmigo; mi novia/o me ha dejado; estoy depre porque me tratan mal; hay muchos examenes. Y, según el mundo, eso es EL COLMO DE LA INMADUREZ.
¿Según qué mundo? El mundo. Ese lugar regido por adultos, invariablemente: ¿quién es el presidente de los EE. UU.? Una persona mayor de dieciocho años ¿y el de España? Ídem ¿Y el de Francia? ¡Oh, no, tres cuartos de lo mismo!
Eso es porque los mayores tenemos más experiencia y somos más maduros; dirá más de un adulto.
Muy bien, señores. Entonces, explíquenme por qué psicólogos entrados en años (entre cuarenta y cincuenta), hablan en semejantes términos de la matanza de Columbine: el culpable es la música heavy; el culpable es el cine violento; ¡los videojuegos tienen la culpa!; ¡me cago en Marilyn Manson, que pervierte a nuestros niños!; ¡La puta culpa es de South Park!; etc.
Les explico, señores: Marilyn Manson no ha educado a sus hijos. Los videojuegos no lo han hecho, y las películas menos. La música ha sido una parte ínfima de su educación y, sin embargo, ustedes, los adultos, han sido los responsables de cuidarnos. Sí, sí, adultos de los de día a día, nuestros padres.
Como no me entiendo ni yo, pongamos un ejemplo: hay una habitación cerrada, y en ella una vela se sostiene en un candelabro. De pronto, el candelabro se dobla y tira la vela por los suelos. ¿De quién es la culpa?¿De la vela? No, pobrecita ¿Del candelabro? No, que soy yo (el adulto). No, señores personas adultas: la culpa es de... ¡el viento que soplaba fuera de la habitación, que hizo temblar las paredes, doblando el candelabro psicosomáticamente!
Antes de desvariar (más), quiero acabar pidiéndoles a los adultos una cosa encarecidamente: sean adultos de verdad, maduros y responsables, y acepten las culpas que tengan que aceptar. En caso contrario, ¿qué ejemplo tomaremos nosotros, los "inmaduros e inexpertos jóvenes"?

domingo, 15 de marzo de 2009

Rides Again

Vuelvo a aquél lugar, centro de todo mi odio. Es confuso. Todo cuanto aprecio está allí, al igual que todo cuanto odio está allí. Esa es mi vida, y llevo una semana desterrado de ella. Hace que me sienta extraño y desorientado. No sé qué haré, ni cómo se me recibirá. Apenas sé lo que pienso o pensaré.
Miles de problemas por resolver me esperan a la vuelta, sin piedad alguna: líos de faldas, falta del trabajo que debí hacer durante mi "arresto domiciliario"...
Bah, sea como sea, no puede ser peor que el 80% de mi vida, ni peor que lo que me queda por soportar; así que, allá vamos.

ADVERTENCIA: Si las escrituras en éste blog se terminan, se deberán a un linchamiento realizado para jolgorio y recreación pública de don Miguel Angel Cabo Galguera. En caso contrario, el escritor habrá sido salvado milagrosamente por Sir Lancelot en un unicornio blanco e impoluto.